Antes, Pablo nos ha dicho que, habiendo desechado el viejo hombre en el momento de nuestra conversión y nuestro bautismo (3:9), debemos desechar también los malos hábitos del pecado (3:8). Ahora nos dice que, puesto que en nuestra conversión y nuestro bautismo nos hemos vestido del nuevo hombre (3:10), debemos revestirnos también de las virtudes de Cristo. Una vez más, su lógica es que debemos vivir de una manera consecuente con nuestra posición.
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